Ramón
Ramón Berenguer de Trueba
Así se llamaba aquel personaje de miembros cambiantes.
Aunque su nombre quizás sea lo de menos.
Lo demás era su situación física, aunque con el tiempo supo acostumbrarse.
Y es que Ramón, como hemos dicho antes, tenías los miembros superiores cambiantes, tornadizos, variables. Ahora sólo tenía el brazo derecho. Otrora sólo el izquierdo. Un día manco de la derecha, al otro falto de la izquierda.
Esta condición, inexplicable para los múltiplos galenos que visitó a lo largo de su vida, nunca se había visto. El síndrome del acordeón, vino en llamarle uno de los últimos doctores visitados.
Y Ramón supo acomodar su vida a esta extrañísima dolencia aprendiendo a ser ambidiestro. De tal forma llegó a manejar su maestría en estas dotes que a muchos le pasaba desapercibida su dolencia. Tan solo era un manco.
Un día, harto de médicos, se decidió a visitar un curandero.
Unos pases por aquí, unos ungüentos por allá, y noventa euros que no volvió a ver.
Pero a la mañana siguiente, cuando de forma rutinaria se levanto y fue a orinar, su sorpresa fue mayúscula. Tenía los dos brazos. ¡Los tenía!.
Su alegría no le impidió ir a miccionar. Fue entonces cuando con horror se quedo mirando su zona púbica.
¡Qué bueno, Xilos! Es mejor ser manco, dónde va a parar.
ResponderEliminarA ver si te prodigas un poco más, que se te echa de menos. Un abrazo.
Raúl, gracias por pasarte y comenta. Sí que es verdad, mejor mancos jajajajaja.
ResponderEliminarCon respecto a la última parte de tu comentario, qué vamos a hacer..... primero la obligación y luego la devoción. Y es que, con los tiempos que corren, no veas la carga de trabajo que tengo (afortunadamente).
Un fuerte abrazo