Gerardo
Ruiz Sabino, harto y ahíto de tanta penalidad
y tanta desgracia, no se le ocurrió otra cosa que, con sus propias
manos, intentar estrangularse.
Y
decimos “intentar” porque, según nos contaron más tarde, cuanto más se apretaba
menos aire tenía, cuanto menos aire tenía menos resuello y menos ímpetu,
entonces las fuerzas se venían abajo, los miembros se veían reducidos en su fortaleza
y, por ende, menos estrangulaba, más aire que tomaba, y más aliento que tenía
el pobre de Gerardo. Y así anduvo en este funesto bucle hasta que alguien, de
un par de manotazos, le apartó esas garras de su gaznate.
Pero
mucha era la pena de Gerardo, así que no cejó en su intento, volvió a su casa
escogiendo esta vez una larga cuerda y el enclave de una lámpara de techo.
Primero
no calculó bien la dimensión de la cuerda, por lo que en el primer salto desde
el banquito más bien pareciera un crío jugando al rebote; en el segundo salto,
y tras ajustar la cuerda, obviamente, se rompió la sujeción de la lámpara. Hastiado, desde el suelo, y
quitándose de encima el lío de cuerdas que le cubría, vio la ventana abierta,
se puso de pié y corriendo se lanzo sobre ella. Tarde se dio cuenta de que
había puesto recientemente rejas…
Con
el cuello enrojecido, las rodillas hinchadas y la cara algo amoratada, salió
desesperado a la calle, entro en una farmacia y compró con su recetario hipotensores,
somníferos y no se sabe cuántas cosas más.
Se
las tomó todas, de golpe.
Ya
sentía una especie de fatiga, un hormigueo, una dificultad al respirar; ya venía
el desvanecimiento cuando un fuerte olor le hizo mirar hacia abajo… había
pisado un excremento de perro; por sus dimensiones, por lo menos, de San Bernardo….
Le cubrió hasta los calcetines…. El vómito no se hizo esperar.
Gerardo Ruiz Sabino, harto y ahíto de tanta
penalidad y tanta desgracia, se sentó en
la terraza de un bar. Mientras daba una larga calada a su cigarrillo miró la
cajetilla de tabaco y leyó: “Las autoridades sanitarias advierten: Fumar Mata”.
Entonces sonrió por primera vez en mucho tiempo.
Me ha gustado mucho tu relato. Aprovecho la visita para hacerme seguidora de tu blog. Así estaré al tanto...
ResponderEliminarUn abrazo.
Hola Eratalia. Muchísimas gracias por pasarte y por comentar. También por hacerte seguidora. Yo he visitado tu blog y me hice igualmente seguidor. He querido comentar alguno de tus poemas, pero no he sabido cómo.
EliminarUn fuerte abrazo.
Tu relato me llamó la atención tanto por su contenido como por el apellido del personaje. ¿Existió esta persona en la realidad? ¿de quien se trata?, o es ¿un personaje fictício? Gracias por compartír.
ResponderEliminarJulio Ríos.
Muchas gracias a ti, Julio. En contestación a tu pregunta te diré que el personaje y los acontecimientos son totalmente ficticios, incluido el nombre.
EliminarUn abrazo.
Jjajajjajaj, perdona Xilos que me ría amigo, es que yo leo y imagino todo!!. Ahora te digo que si, que no es tan fácil morirse cuando uno lo desea, sigamos fumando Gerardo Ruiz. Un abrazote amigo, siempre un espectáculo tus relatos.
ResponderEliminarLyliam, amiga, me encanta que te rías con mis letras. Muchas gracias por tus amables palabras. Un fuerte abrazo.
Eliminar¡Qué bueno Xilos! Esto es lo que yo llamo humor inteligente (Aunque el protagonista no lo sea mucho)eres muy bueno escribiendo este tipo de relatos.
ResponderEliminarUn abrazo.
Muchísimas gracias Raúl por pasarte y por tu amable comentario. Un fuerte abrazo
Eliminarexcelente!! muy buena prosa genialmente escrita lúcida y con aristas de buen humor. Un gusto xilos! ya soy tu seguidora
ResponderEliminarMuchas gracias amiga. Yo también te visité y ahora tienes un seguidor mas.
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