Clara
Subió el comodoro a cubierta refregándose con el viento, sus pupilas distantes, fijas en el horizonte infinito. Crujía susurrante la madera del bajel. El omnipresente aroma del piélago se filtraba en sus recuerdos transportándole a otro tiempo, al cuadro de mandos de un viejo bucanero que antaño fuese su mentor.
Subió el comodoro a cubierta refregándose con el viento, sus pupilas distantes, fijas en el horizonte infinito. Crujía susurrante la madera del bajel. El omnipresente aroma del piélago se filtraba en sus recuerdos transportándole a otro tiempo, al cuadro de mandos de un viejo bucanero que antaño fuese su mentor.
Antonio
Como en un cuadro de antaño, erguido y altivo, se lucía el ilustre Fernando María Ridruejo de Spínola y Tena; Marqués de Badarán y Conde-Duque de Tena. Aristócrata de alto ringorrango y descendiente de añejos linajes…
…erguido y altivo, no sabía cómo decirle al camarero que no tenía un céntimo
Pedro
Como en un cuadro de antaño, erguido y altivo, se lucía el ilustre Fernando María Ridruejo de Spínola y Tena; Marqués de Badarán y Conde-Duque de Tena. Aristócrata de alto ringorrango y descendiente de añejos linajes…
…erguido y altivo, no sabía cómo decirle al camarero que no tenía un céntimo
Pedro
Le llamó la atención aquel cuadro. En él aparecía un niño apoyado en la pared y delante suyo cuatro niños más agachados con las cabezas metidas entre las piernas de sus compañeros. Otro grupo esperaba con la intención de saltar sobre ellos. Su título, “juegos de antaño”. Su autor, P.P.
Ana
Mientras bailo contigo y la tibia y translúcida piel de tu cuello me provoca, he visto el cuadro sobre la chimenea: una gótica escena de antaño traicionándome mientras tu dulce mirada empaña mi sed de sangre. Si no hubiese vacilado... ¡ay, amor! ¿con qué extraño objeto me atraviesas el corazón?
Francis
Ana
Mientras bailo contigo y la tibia y translúcida piel de tu cuello me provoca, he visto el cuadro sobre la chimenea: una gótica escena de antaño traicionándome mientras tu dulce mirada empaña mi sed de sangre. Si no hubiese vacilado... ¡ay, amor! ¿con qué extraño objeto me atraviesas el corazón?
Francis
Paris sumergida.
Rescatábamos cuadros antaño olvidados en las ruinas de la antigua estación de Orsay. Entre la herrumbre y el fango tres obreros cómplices se afanaban en crear virutas de oro arrebatándolas a los brillantes tablones. No pude menos que llorar ante su luz y agradecer al creador Gustave Caillebotte.
Carmen
Pasó con su vieja moto por la tienda, una, dos, hasta tres veces, quería cerciorarse de que aún seguía trabajando allí, ya no era la joven muchacha que antaño conoció pero aún conservaba la elegancia y la belleza que un día reflejara en el cuadro que le pintó.
Rescatábamos cuadros antaño olvidados en las ruinas de la antigua estación de Orsay. Entre la herrumbre y el fango tres obreros cómplices se afanaban en crear virutas de oro arrebatándolas a los brillantes tablones. No pude menos que llorar ante su luz y agradecer al creador Gustave Caillebotte.
Carmen
Pasó con su vieja moto por la tienda, una, dos, hasta tres veces, quería cerciorarse de que aún seguía trabajando allí, ya no era la joven muchacha que antaño conoció pero aún conservaba la elegancia y la belleza que un día reflejara en el cuadro que le pintó.
