La fugitiva y el caballero del halcón
NACHO GOVAL
PROLOGO
Un día estando en casa de una hermana mía, tome al azar un libro que, entre otros, había comprado mi cuñado en el Rastro de Madrid. El titulo, así creía yo que era, pues el tiempo transcurrido me lo ha hecho olvidar, podía ser “Flor de santidad” o quizás “Olor de santidad” y en el se contaba las aventuras de un noble leones de origen godo en la España árabe en época del califato.
El libro me enganchó desde el primer momento y resaltaba el grado de refinamiento al que había llegado la cultura árabe frente al atraso de todo tipo que presentaban los reinos cristianos. La tolerancia religiosa que había en el Al Andalus, donde dos frailes locos a toda costa querían ser mártires ante la indiferencia de la sociedad musulmana.
Siempre me ha asaltado la pregunta como seria el Islam en la actualidad, si hubiera pervivido en el occidente de Europa. ¿Habría sido muy diferente? Lo dejo al pensamiento de cada uno.
Lo que es cierto es que muchos hispano romanos que nuca se integraron o les dejaron integrarse en el reino godo, acogieron con bastante agrado la llegada de los árabes.
Así era corriente ver por las calles de Córdoba al final del primer milenio, árabes que eran rubios y de ojos claros. Había muchos mozarabes, es decir cristianos que vivían con sus creencias sin ser molestados. Otros que si habían adoptado las costumbres y la nueva religión. Judíos que vivían sin problemas, gentes del norte de África y un gran numero de eslavos.
Por eso me parecía que era una buena época y un buen momento para situar mi historia. He querido que en mi relato no haya buenos y malos. Si no lo que he pretendido resaltar la convivencia de las tres culturas.
La suerte que tenemos los que contamos cosas, es que podemos influir en las vidas de nuestros personajes como no podemos influir en la nuestra, donde somos esclavos del destino que nos lleva a todos por caminos que nunca habríamos imaginado.
Por eso he querido hacer un relato con final feliz, donde todos los personajes consiguen lo que quieren y sin pensar que en la vida real estos personajes podrían tener conflictos entre si.
Siempre he mencionado, la enorme dificultad que tengo en comenzar una historia y lo mismo pasó con este relato. Tardó mucho en gestarse y avanzaba muy lento y posiblemente todavía no lo habría terminado o su resultado hubiera sido distinto, si no fuese porque este modesto escritor recibió la ayuda de su musa o de un ángel que le inspiró con algunas ideas y esto hizo que el relato progresase rápidamente. Espero que a partir de ahora mi musa no me deje desamparado.
No por haberlo comentado en otros relatos, lo voy a dejar de decir ahora. Frente a los que algunos de mis lectores puedan pensar todos los personajes son ficticios y no tienen nada que ver con personajes reales de la actualidad. Ni tan siquiera son históricos y los históricos que hay en el relato no intervienen en la trama.
Pues sentados a ser posible en un cómodo sillón disponeros a leer.........
EL AUTOR
LA FUGITIVA Y EL CABALLERO DEL HALCON
LA HUIDA
Habían pasado 400 años de la hégira y el Califato de Córdoba vivía años turbulentos, los califas eran depuestos o asesinados sin apenas haber llegado a gobernar, manejados por las distintas facciones que querían dominar al resto. Eran los árabes propiamente dichos, los eslavos y lo beréberes. El caos y la anarquía se había apoderado del Al-Ándalus y estaban ya lejos los años de prosperidad que trajeron los primeros califas.
Dentro del califato, en una bella ciudad junto al Mediterráneo, vivía una hermosa joven en el seno de una prospera familia árabe, se llamaba Selena. Tenia un rostro y una figura muy bonita y su cabello era largo y oscuro como la mas negra noche. Había nacido en el otro extremo del mar en una pequeña aldea llamada Belén en lo que los árabes llamaban Jund Palistin (Palestina) y siendo muy pequeña emigró Al-Ándalus con su familia, que pertenecían al clan de los Omeyas, cuando los Fatimíes conquistaron su tierra natal. En su nuevo país Selena vivió una existencia feliz, su padre que ejercía de juez en su comunidad, le procuró una esmerada educación y todavía niña fue prometida a un apuesto joven. Ella había tenido ocasión de verle alguna vez desde su niñez y desde entonces aquel joven ocupaba sus pensamientos permanentemente . Se llamaba Muley y Selena recordaba su fino rostro moreno que enmarcaba unos hermosos ojos y tenia un abundante cabello negro.
Aun sin haber hablado con él, sentía que lo quería de una manera distinta a como quería a sus padres y soñaba que llegase pronto el día en que compartiesen su vida juntos.
Los años de su niñez y los primeros de su pubertad coincidieron con años de paz, la frontera con los reinos cristianos estaba muy lejos y Almanzor había llevado la guerra mas allá de esas fronteras
Pero últimamente Al- Andalus estaba convulso y la ciudad no era ajena a ello. Los continuos derrocamientos y muertes de los califas, se prolongaban en las luchas de los bandos que apoyaban a uno u otro en las distintas ciudades del califato. Su padre les había advertido que corrían malos tiempos, pues se estaba gestando una revuelta de los beréberes que querían deponer al actual Califa y ellos estaban amenazados por pertenecer a la administración de este. Hacia tiempo que Selena no salía de casa por miedo a encontrarse en medio de una revuelta.
En una noche calurosa no soportando el calor de su habitación, salió en compañía de su doncella al jardín a respirar el aire fresco que este proporcionaba. Su doncella era una cautiva cristiana llamada Azucena, era muy agraciada y su piel clara tenia la tersura de las rosas, pertenecía a una familia noble del reino leones. Fue capturada en una racia que hicieron los árabes y llevaba cuatro años en casa de Selena y entre las dos había nacido una profunda amistad, tanto que se querían como hermanas. Con nostalgia Azucena le contaba bellos relatos de su tierra. Era de familia noble de ascendiente godo, sus padres habían fallecido ya y hasta que fue hecha cautiva había estado muy unida a su hermano el conde y a su cuñada, la condesa Cristine.
El aire en el jardín olía a azahar y a mirto y las dos estaban en animada conversación, de pronto la cautiva enmudeció, a lo lejos se oía una algarabía que iba creciendo. Después todo fue carreras y gritos
- ¡Llegan los beréberes!- se oía.
Mas tarde vinieron unos golpes violentos en la puerta y gritos de sorpresa y casi al instante alaridos de terror. Selena no tardo en comprender que estaban atacando su casa y a los que estaban dentro. Quiso entrar en el interior de ella pero vio a través de la puerta a un guerrero que salia de una habitación llevando en la mano un alfanje ensangrentado. Selena quiso gritar pero Azucena le tapo la boca y tiro de ella, tenían que esconderse o morirían ellas también. Corrieron al fondo del jardín buscando un lugar donde ocultarse, pronto los asaltantes llegarían donde estaban ellas y serían descubiertas.
Había allí una hermosa higuera y Azucena le ayudó a trepar, luego fue Selena la que tendió la mano para que subiera también su doncella. No tardaron en aparecer dos hombres con los alfanjes desenvainados, uno fue al otro extremo del jardín, el otro se fue aproximando hacia el árbol donde ellas estaban. Miraba para todos los sitios y las dos pensaron en que pronto iban a ser descubiertas, en ese momento uno de los sirvientes salio corriendo de la casa gritando y el guerrero se volvió sorprendido y se giró para rematarlo, momento que ellas aprovecharon para bajar al otro lado del muro que limitaba el jardín con un huerto colindante.
Las dos al otro lado del muro sintieron las pisadas del soldado aproximarse, luego este se detuvo. Ambas sabían que estaba casi a su lado y contuvieron la respiración. Oyeron como preguntaba a su compañero si había visto algo y que allí donde el estaba no quedaba nadie y volvieron a entrar en la casa.
En lugar donde estaban permanecieron atenazadas por el miedo, escucharon los alaridos de terror de sus familiares y de los sirvientes, los groseros gritos de los atacantes y después el silencio. Todavía abrazada una a la otra esperaron una hora mas, después con mucha precaución saltaron otra vez el muro.
Entraron en la casa, lo que vieron era dantesco, todo estaba revuelto los muebles volcados, la ropa esparcida por el suelo y en medio de toda aquella baraúnda los cuerpos ensangrentados de sus padres y de los sirvientes.
Lloraban amargamente, todo lo habían perdido y estaban en una ciudad hostil donde no podían recurrir a nadie. A Selena le vino el recuerdo de Muley; ¿le habría pasado a él y a su familia lo mismo?, rezo a Ala para que no le ocurriese nada. Azucena consolándola le aconsejo que tenían que huir muy lejos de allí y debían hacerlo disfrazadas de hombres pues dos mujeres llamarían poderosamente la atención y correrían graves peligros,
Se vistieron con ropas masculinas, antes se habían vendado fuertemente los senos con tiras de lienzo para no delatar su condición de mujer, se tiznaron la cara con los restos de los troncos que habían ardido en el hogar, cogieron pan y medio queso y acurrucadas esperaron a que llegaran las primeras luces del alba.
Cuando empezó aclarar, antes de que aparecieran los primeros habitantes a la calle salieron de la ciudad. En la larga noche las dos muchachas habían acordado dirigirse a tierras cristianas a los territorios donde era conde el hermano de Azucena. Marchaban por el camino hacia el norte apartándose de él cuando oían ruido de cascos de caballos. Por dos veces habían visto partidas de sicarios que posiblemente iban en su busca una vez se percataron que ellas no estaban entre sus victimas.
Llevaban dos días caminando y ya habían agotado sus provisiones, tenían dinero pues Selena lo había cogido de una alcancía que su padre guardaba bajo unas losas del suelo y que los asaltantes no dieron con ella., pero no se atrevían a entrar a comprar en las poblaciones que encontraban en su caminar. Esa mañana cuando el sol estaba bastante alto marchaban por una arboleda cercana al camino cuando escucharon lamentos de hombre que provenían de allí. Con temor a la vez que con curiosidad se acercaron con precaución y vieron que en medio de la senda había un carro volcado con las mercancías esparcidas alrededor y una mula sentada de ancas, alrededor estaba un hombre con ropajes que las dos apreciaron que eran de un judío y una joven con vestiduras parecidas. Ambos trataban desenganchar al animal mientras que hablaban entre si.
Azucena y Selena en voz baja se pusieron de acuerdo en que nada tenían que perder si los ayudaban y posiblemente obtendrían comida a cambio. Aparecieron ante los judíos ofreciendo su ayuda, el hombre al principio se sobresaltó pero pronto se serenó pues pese al aspecto sucio y desaliñado de las jóvenes su cara no reflejaba maldad y el asentimiento de la joven judía acabaron de convencerle. Desengancharon la mula, después ayudaron a desmontar la rueda partida del carromato, llevaban dentro de él otra rueda que instalaron y por ultimo recogieron todas las mercancías.
Era mas de medio día y el judío les invitó a compartir su comida, pescado seco, cebollas y pan. Mientras daban cuenta de las viandas se presentaron, el hombre se llamaba Salomón Benayoch, era de estatura alta y tenia la nariz y el mentón característicos de su raza y la muchacha era su hija y su nombre era Hanna, era una muchacha menuda y muy bonita, con un rostro muy alegre y el tocado que llevaba en la cabeza dejaba escapar un gracioso mechón de cabello negro. Él era comerciante y llevaba especias y telas hechas en Al-Andalus que vendía en las ciudades cristianas y allí compraba pieles y metales que vendía a los árabes. Las dos muchachas, no atreviéndose a confesar la verdad, dijeron que eran dos hermanos que habían perdido a su familia en la ultima revuelta y que iban a reunirse con unos parientes lejanos en Toledo.
El mercader les admitió como compañía ya que uno de sus destinos era esa ciudad. A cambio de su ayuda para transportar mercancías en los distintos pueblos que pararan, él les daría comida.
Así marcharon dirección a Toledo, paraban en pueblos y ellos ayudaban a cargar o descargar las mercancías con las que traficaba el mercader. Le ayudaban a poner el tenderete donde se exponían estas. Salomón no dejaba de observar que pese a ser hombres, su hija movía fardos mas pesados y con mas rapidez que ellos.
Hanna también les miraba con curiosidad, había algo en su aspecto que le parecía extraño. El timbre de sus voces era agudo como el de las mujeres y aunque su aspecto era sucio, las facciones de sus caras eran muy dulce y además observo que no tenían barba.
Por ultimo pese a que ella era una muchacha muy atractiva no parecía despertar en los dos hermanos ningún interés.
Un día que estaban acampados al lado de un riachuelo. Selena y Azucena dijeron que iban a lavar su ropa y se alejaron a bastante distancia de donde estaban acampados. Una vez que desaparecieron de su vista Hanna las siguió; quería confirmar sus sospechas. El terreno era bastante accidentado y marchaba con prudencia para no tropezar. Extremó su precaución a no ser descubierta al sentir voces y risas. Agachada se asomo al lugar de donde llegaban las voces y en medio del cauce del riachuelo vio a dos mujeres desnudas bañándose, eran los dos hermanos o mejor dicho las dos hermanas.
Hanna rápidamente comprendió porque las muchachas actuaban así y no dudo en convencer a su padre de que aunque fuesen dos mujeres en vez de dos hombres nada había cambiado y seguían siendo una ayuda. Se adelantó hacia donde estaba este y le comento lo que había visto y porque pensaba que debían tener razones para haber obrado así.
Cuando llegaron las dos jóvenes, Hanna comentó que su padre y ella ya sabían que eran mujeres y aun así estaban dispuestos a conducirlas a Toledo. Entonces las dos les contaron la totalidad de su historia y sus deseos de ir a tierras cristianas junto a su hermano, el conde leones. Salomón les aseguro que después de su estancia en Toledo irían al condado de su hermano.
Ya no había motivo para ir disfrazadas de hombre y como las tres muchachas eran de una estatura aproximada, Hanna les dejo un vestido suyo a cada una de ellas y así continuaron viaje.
Al cabo de un mes llegaron a Toledo y se alojaron en casa de un amigo de Salomón. El zoco de la ciudad bullía de gente de toda condición y Selena y Azucena ayudaban a Salomón a comerciar. También observaron las dos muchachas que Hanna no era indiferente a las miradas del hijo mayor del amigo de su padre. Un día les comunico muy contenta que su padre la había prometido a Absalon, que así se llamaba su enamorado, y que la boda se celebraría cuando regresasen a Toledo después de su estancia en tierras cristianas.
Una mañana muy temprano salieron de Toledo, estaba entrado el otoño y hacia mucho frío, Selena lo sentía especialmente pues no estaba acostumbrada al clima de la meseta, no obstante había gastado algo de su dinero en comprar ropa tanto para ella como para Azucena. También le habían hecho regalos a Hanna entre ellos un costoso perfume. Las tres se habían hecho muy amigas y sabían que pronto se iban a separar.
Fueron avanzando hacia el norte ya por tierras cristianas, el condado de Mansilla del cual era titular el hermano de Azucena, estaba todavía a bastantes leguas. Cruzaron altas montañas y paramos escasos de vegetación, cruzaron un caudaloso rió que lo llamaban Duero. Salomón seguía comerciando en las ciudades y pueblos que encontraban en la ruta.
Un dio llegaron a una ciudad llamada Medina, Salomón la conocía bien pues en ella se habían asentado algunas familias mozárabes venidas del Al-Andalus y hacia buenos negocios con estas gentes. Hacia mucho frió y buscaron el agradable confort de una fonda de la ciudad.
Estaban los cuatro comiendo alrededor de una humeante olla de zanahorias y puerros con algo de gallina. Cercano a ellos en otra mesa había dos varones que por el porte y las vestiduras deberían ser caballeros que estaban dando cuenta de un asado de cordero. Uno pasaba de los cuarenta, vestía unas calzas verdes y un jubón rojo todo de buen paño y tenia una corta barba en la cual había bastantes hilos de plata. El otro tenia la veintena de años y era muy apuesto, tenia el cabello rubio hasta los hombros y unas facciones muy agradables, vestía todo de azul. Azucena observo que este no dejaba de mirarla, es mas en un momento que se cruzaron sus miradas, él la sonrió y ella bajó los ojos muy azorada. Una vez que los dos caballeros dieron cuenta de la comida se levantaron y Azucena les vio alejarse hacia la salida admirada del porte del mas joven.
Al día siguiente que era mercado montaron la tienda ambulante. La mañana fue muy animada, muchos habitantes se acercaron a comprar las mercaderías que ofrecían. Azucena estaba ofreciendo una hermosa tela brocada a una dama cuando Hanna le sacudió el brazo, a unos metros frente a su puesto estaba el caballero montado en su corcel sonriéndola, ella le devolvió la sonrisa, entonces también vio a dos hombres malencarados que no dejaban de mirar, los había visto el día anterior en la fonda, por eso los recordaba y ya era la segunda vez esa mañana que se habían detenido ante ellos; pensó que cuando fueran a recoger se lo diría a Salomón pero se le olvidó.
Marchaban por el camino alegremente pues ya estaban muy cerca de su destino final, se estaban internando en una alameda y el sendero se estrechaba. En una curva que hacia el camino de repente un hombre les interceptó, era uno de los mal encarados que habían visto en el mercado. Salomón paró el carromato para no atropellarlo. Casi al instante aparecieron dos secuaces mas, uno de ellos arrojó a Salomón al suelo, los otros dos sacaron a las muchachas del carro. Estas estaban aterrorizadas, El judío permanecía dolorido en el suelo pues se había hecho daño en un tobillo al caer. Uno se quedo vigilando mientras que los otros dos se pusieron a registrar el carro. Un alarido de triunfo indicó que habían dado con el cofrecillo donde guardaba el comerciante su dinero. Bajaron del carromato y el que parecía el jefe les dijo .
- A él matadlo y ya veremos que hacemos con ellas-.
Uno de ellos sacando una daga se dirigió a Salomón, este intento incorporarse pero un empellón del forajido le volvió a derribar. En el suelo ocultó su cabeza con las manos esperando sentir la hoja de puñal pero de pronto oyó cascos de caballo y alguien dijo voz en grito.
- Deteneos rufianes.
No quiso levantar la cabeza , sentía que se estaba produciendo una reyerta y al poco a su lado cayó aquel que lo iba a matar, atravesado de parte a parte por una espada.
Lo que había sucedido es que los dos caballeros que encontraron el día anterior, habían salido mas tarde de Medina y afortunadamente se habían topado con la escena. Los otros dos forajidos salieron huyendo hacia la arboleda, los dos jinetes los persiguieron, en su huida los truhanes soltaron el cofre donde estaba el dinero de Salomón.
Al poco tiempo regresaron con los dos bandidos delante de ellos y con las manos atadas. Atendieron a Salomón, este afortunadamente tenia una torcedura en el tobillo de poca importancia.
Mas tarde los caballeros se presentaron, el mas joven era Nuño Álvarez, Señor de Sahagún y su hombre de confianza Sancho Galíndez e iban de regreso a sus tierras. Azucena se presentó como la hermana del Conde de Mansilla y después presentó al resto de las personas. Entonces Nuño se ofreció acompañarles hasta Mansilla, al castillo de su hermano. Una vez organizado todo partieron hacia allí, Azucena iba en la grupa del caballo de Nuño rodeando con sus manos la cintura de este. Selena montó con Sancho, los dos forajidos iban atados cada uno a un caballo y Salomón y Hanna en el carromato.
Enorme fue la alegría de sus moradores cuando la comitiva llegó al castillo de Mansilla, el conde Jimeno hermano de Azucena y la condesa Cristine abrazaron a esta. El conde era todavía joven y apuesto pero ya aparecían canas en su cabello, Cristine era una bella dama que procedía de la nobleza del Languedoc. Era muy delgada, llevaba un precioso vestido azul celeste ribeteado de piel de zorro en el cuello y en la bocamanga y debajo una camisa beige, lucia una larga melena de color castaño y sobre ella un gracioso tocado de fieltro y perlas.
En el castillo se celebraron grandes fiestas en honor de las dos muchachas, Selena fue acogida cariñosamente por Cristine y el conde. Estos tampoco se olvidaron de Hanna y su padre, pues estaban muy agradecidos por la ayuda que habían prestado a las dos jóvenes. En este periodo de tiempo al castillo acudía bastantes veces Nuño Álvarez y entre él y Azucena empezó a nacer el amor. Daban grandes paseos juntos y lejos de la vista de todos se besaban apasionadamente. Jimeno miraba con complacencia el amor entre el joven señor y su hermana pues entraban dentro de sus planes. La condesa y Selena bromeaban a costa de estos amores pero estaban muy contentas con la felicidad de Azucena.
Llegó el día que Salomón y su hija Hanna tenían que partir, las tres amigas de viaje se despidieron entre si. En los ojos de Hanna asomaron las lagrimas. Selena y Azucena, después de entregarle bellos presentes, le desearon mucha felicidad en su matrimonio y le pidieron que no dejase de visitarlas cuando volviesen a aquellas tierras. El judío inclino la cabeza y se llevó la mano al rostro para despedirse de ellas. El conde Jimeno le ofreció a Salomón una célula que le eximia de pagar impuestos en los pueblos que pertenecían al condado.
Desde los alto de las almenas todos vieron como el carromato se alejaba por el camino. También los ojos de las dos jóvenes estaban húmedos.
ENCUENTRO Y RETORNO
Había pasado casi un año desde la llegada de las dos doncellas. Ambas vivían en el castillo de Mansilla junto con los condes. La vida en la fortaleza era placentera, transcurrían tiempos tranquilos pues no había guerras entre los distintos reinos de España. Selena y Azucena se habían transformado en unas consumadas amazonas y primero acompañadas Cristine y después de que esta se quedó preñada, solas,.daban largos paseos a caballo por el campo. Por las tardes se dedicaban junto con la condesa a bordar y a escuchar a algún juglar que les deleitaba con sus juegos y canciones. Las dos añoraban las lecturas que realizaban en el Al- Andalus pero desgraciadamente no tenían libros a mano, pues tanto en el castillo como en el resto del reino eran muy pocos los que sabían leer, quedando esto solo para los frailes de las abadías. Don Nuño seguía frecuentando el castillo y el compromiso de boda con Azucena ya había sido acordado
En todo este tiempo Selena no había olvidado a Muley, abrigaba la esperanza de que hubiera podido escapar y todavía estuviese vivo. Trataba de imaginar como seria actualmente; lo veía hermoso, con sus profundos ojos negros contemplándola dulcemente. Se preguntaba como serian sus besos y como olería su cuerpo, sin duda no seria como el de muchos de los nobles que iban al castillo, que descuidaban el aseo y apestaban a sudor.
Por aquellas fechas del sur llegaron noticias de que el ultimo califa, Hixan III, había sido depuesto y el Al-Andalus se estaba fragmentando en numerosos reinos.
Selena añoraba regresar a su tierra, vivía feliz en el castillo rodeada del afecto de la familia de Azucena, pero si no regresaba a su ciudad nunca sabría si vivía Muley y se había hecho la promesa de no casarse con nadie si no fuera con este
Además su belleza no pasaba desapercibida para los caballeros y señores que frecuentaban el castillo. Sobre todo la cortejaba el Marques de Boñar, Don Ruy Gelmirez. Este era un aguerrido caballero que frisaba los 40 años y que se había quedado viudo.
El conde Jimeno le tenia en alta estima y viendo que la joven le complacía, abrigaba el deseo que desposase a Selena.
El conde se lo comento a su mujer: Cristine trataba de disuadirle diciendo que todavía la muchacha era muy joven. Por un tiempo el conde pareció que olvidaba el asunto, pero al cabo volvió con mas insistencia; tanta que la condesa no tuvo mas remedio que hablar con Selena. El conde y ella esperaban que se casase con el marques. La muchacha llorando le pidió que no la obligaran a casarse pues nunca podría querer a nadie que no fuera Muley. Cristine le comento que ellos la habían adoptado y que los nobles a diferencia de los plebeyos no podían casarse por amor. Además era muy posible que nunca volviese a ver a Muley, aun si este vivía. La joven árabe le pidió que al menos esperasen a la primavera para anunciar el compromiso. La condesa respondió que trataría de convencer a su esposo pero que no podía prometer nada. Cuando volvió a hablar con su marido, el conde, este no cedió pese a que Cristine empleó todos los medios posibles. Le había hecho la promesa de concederle la mano de Selena al marques de Boñar y la cumpliría.
Al poco tiempo sucedió que los reyes ordenaron al conde Jimeno que fuera de embajada a la Taifa que a raíz del derrocamiento de Hisan III, se había creado en Zaragoza. El nuevo rey moro había mandado mensajes de amistad a todos los reyes cristianos y el rey de León en correspondencia le enviaba esta embajada. Entre los señores que acompañaban al conde, estaban Nuño Álvarez y Sancho Galíndez.
Ya en Zaragoza todos los que formaban la embajada fueron agasajados por el nuevo rey. El cual preparó grandes festejos en honor de sus invitados.
En una partida de caza que se organizó, Nuño acosaba a un jabalí herido; iba detrás de él a caballo para lancearlo, la espesura se cerraba y el caballero ya estaba muy próximo a rematarlo, cuando hubo algo que le distrajo y no vio que iba derecho a una rama baja de un árbol que había en el camino. Nuño se golpeó fuertemente en la frente y cayó del caballo, quedó en el suelo medio inconsciente, trató de incorporarse. En aquel momento el jabalí se volvió y se dirigió a él para atacarlo. El muchacho estaba en grave peligro, cuando el jabalí estaba a un metro de él, una lanza le atravesó el cuello y dejó al cerdo salvaje fuera de combate.
Al momento apareció un caballero árabe, llevaba un turbante negro y su rostro era moreno, parecía joven como él y su aspecto era el de un caballero, pues vestía ropas nobles. El árabe se agachó, ayudando a montar al maltrecho Nuño en el caballo y después dio un potente silbido; de lo alto del cielo bajo un hermoso ejemplar de halcón que se posó en la mano enguantada del árabe. No tardaron en aparecer otros caballeros acudiendo en su ayuda, entre ellos Sancho Galíndez. Ya en el palacio y una vez restablecido Nuño, el leones y el sarraceno tuvieron ocasión de hablar, el árabe se presentó como Muley al Mutayad, llevaba varios años viviendo en Zaragoza donde había sido enviado por su padre, cuando en su ciudad a causa de la guerra civil permanente en que vivía el califato había hecho difícil la supervivencia de su familia.
A partir de ese momento y durante el tiempo que la embajada estuvo en Zaragoza los dos caballeros se hicieron inseparables. Nuño contó a Muley que con su prometida, había llegado una joven árabe muy bella que perteneció a una honorable y rica familia que había perecido salvajemente asesinada, siendo ella la única que se había salvado.
A la hora de despedirse el joven Muley se comprometió a devolverle la visita.
En el condado, Selena se resignó a ser la prometida de Don Ruy, marques de Boñar, aunque debido a que tenia que ser instruida en el cristianismo y luego bautizada, todavía no se había dado a conocer el noviazgo. De su formación religiosa se encargo el abad del monasterio del condado. La muchacha rezaba a Ala para que nunca llegase el momento de su conversión y el anuncio de su boda.
En primavera se organizó un torneo en honor de la onomástica del conde, partieron correos anunciándolo por todo el reino e incluso se invitó a castellanos, navarros y se anunció también en algunos de los reinos árabes recién creados.
Al torneo acudieron numerosos caballeros entre ellos cuatro caballeros árabes entre los que se encontraba Muley. La plaza de Mansilla lucia bellamente engalanada con gallardetes y banderolas. La noche anterior se habían colgado en el patio de armas del castillo los escudos de todos los contendientes. Azucena y Selena los estuvieron contemplándolos, allí estaba entre otros el escudo de Nuño Álvarez y Ruy Gelmirez. Selena mostró su curiosidad por un escudo que tenia un halcón negro con las alas desplegadas en un fondo rojo.
El día del torneo los caballeros desfilaron por delante del palenque donde estaba el conde, los infanzones y señores que por su edad no competían en el torneo y las damas. Era costumbre que los caballeros que iban a competir, mostrasen pleitesía a la joven elegida por ellos como su dama.
Muley y sus tres compañeros iban en primer lugar, estaba magnifico con una túnica roja sobre su cota de mallas y llevaba el halcón en su brazo izquierdo, saludó al conde y a la condesa y después pasó por delante de donde estaban Selena y Azucena, pareció que pasaba sin prestarlas atención cuando de improviso se giro y cuadro su caballo frente a donde estaba Selena y la saludo haciendo una graciosa inclinación de cabeza. Ruy Lope que iba diez puestos mas atrás contempló con enojo lo que había pasado. A Selena le dio un vuelco el corazón. Esa mirada profunda la había visto en alguien y aunque era difícil apreciar el rostro, debido a que apenas se veían la nariz y los ojos, no dudo que aquel caballero que estaba ante ella, era Muley.
Los combates ocuparon gran parte del día. A mediodía se hizo un alto para que la gente se fuera a comer y ya por la tarde estos se volvieron a reanudar. Sobre el campo donde se desarrollaba la lid solo quedaban cuatro contendientes: Ruy, Nuño, un vascón llamado Iñigo y Muley.
En la primera liza se enfrentaron Nuño y el vascón y tras romper dos veces lanzas sin ser derribado ninguno de los dos; a la tercera Nuño consiguió esquivar la lanza de su contrincante y abatió a este con un certero golpe en el pecho.
A continuación fueron Ruy y Muley los que se enfrentaron. Ruy era mas bajo y mayor de edad que el árabe, pero era un experimentado guerrero y tenía un cuerpo fornido. Muley tenia un aspecto mas endeble y era muy delgado. Cada uno de los dos contendientes se fue al extremo del campo. El árabe llevaba en su mano izquierda enguantada su halcón cuando llego al lugar que tenía que ocupar dio un potente silbido y el ave de presa se elevo en el aire y se fue a posar encima del palenque.
El marques de Boñar tenia ganas de derrotar a aquel árabe pretencioso que había elegido como dama a la que iba a ser su prometida y que durante el torneo había hecho ostentación de su halcón.
Los dos contendientes lanzaron sus corceles el uno al encuentro del otro, en el campo se hizo un silencio absoluto. El choque de las lanzas fue brutal y las dos saltaron hechas astillas, Ruy a duras penas si pudo mantenerse sobre el caballo. Muley salió peor parado, pues la lanza de Ruy tras chocar violentamente contra el escudo, se partió en su parte superior y resbalando por él, fue a clavarse en la axila del sarraceno.
Muley sintió un dolor horrible. Estuvo a punto de caer al suelo y merced a un gran esfuerzo pudo volver a enderezarse.
Selena al verlo reprimió un grito, la consternación recorrió todo el campo. Como pudo regresó al extremo del campo; sangraba abundantemente, sus compañeros se acercaron a pedirle que abandonase, lo que él rechazó.
Otras vez se lanzaron al galope los caballos y Ruy iba tan seguro de su triunfo que se confió. Descuido el protegerse bien con el escudo y la lanza le dio en la parte alta del estomago saliendo proyectado violentamente del caballo. Muley recibió el lanzazo otra vez en el escudo y creyó que su brazo se desgajaba, pero aguantó firmemente.
El torneo estaba en su fase final y se dirimía entre Nuño y Muley. A este le habían vendado la herida y seguía empeñado en realizar el ultimo combate. Ya frente a frente, Nuño pensó que no deseaba vencer a Muley en las condiciones que estaba este y decidió cruzar las lanzas sin aplicar fuerza alguna. Cuando los dos caballeros cruzaron las lanzas, la de Nuño fue desviada por el escudo de su oponente y mientras el recibió un golpe atroz en el suyo. El lanzazo de Nuño al no haber dado de lleno y resbalar lo había desequilibrado así que cuando inmediatamente recibió el golpe cayo en tierra.
El gentío asistente estaba confundido pues hubieran deseado que el vencedor fuera un caballero leonés pero por otra parte admiraban la valentía y el arrojo del caballero sarraceno vencedor.
Muley una vez atendido por sus ayudantes se dirigió al palenque a saludar a los condes y recibir el collar de guirnaldas como premio al vencedor. Saludo a los condes y les pidió autorización para que el collar se lo diera la dama por el elegida, Selena. Ahora si todo el campo atronó en vítores cuando la muchacha entrego el collar al caballero.
Aquella noche después de la cena que el conde dio a los caballeros participantes en el torneo, dos embozados cruzaron el patio de armas y sigilosamente se dirigieron hacia donde unos segundos antes se había divisado una tenue luz. Cuando llegaron donde provenía la luz, Azucena beso a Nuño preguntándole.
- Os ha seguido alguien.-
Este negó con la cabeza. Entonces la joven le indico al otro embozado un lugar mas oculto donde la luz de la luna proyectaba la sombra de otra figura.
Muley y Selena se abrazaron y besaron apasionadamente. La escena transcurría como ella lo había soñado tantas veces. Hundía sus dedos en los largos cabellos de él y los acariciaba. El árabe apartándola ligeramente la contempló con ternura y volvió a estrecharla otra vez contra él. Selena aspiraba su olor, que embriagador resultaba, quería que el tiempo se detuviese eternamente. Las horas que estuvieron juntos pasaron muy rápidamente. ¡Tenían tantas cosas que contarse!. La mas importante el matrimonio que la quería imponer el conde y que la tenía aterrorizada. Se prometieron que ya nada ni nadie les separaría y que ambos lucharían contra todos los inconvenientes que se cernían sobre ellos. Pensaron hasta fugarse juntos pero Selena dijo que dado el trato que le habían dado no podía hacer eso.
Días mas tarde Muley se retiró al señorío de Nuño en espera de acontecimientos. Este le había aconsejado que se mantuviera alejado, pues su estancia en el castillo complicaría mas la situación.
Azucena habló con Cristine. El principal problema era que el Conde había hecho una promesa y no podía romperla sin crear un grave conflicto con el marques. Se separaron sin encontrar una solución.
A la mañana siguiente unos golpes sonaron en la puerta donde dormían las dos muchachas. Era Cristine, creía haber dado con la solución. Si una instancia superior daba una orden distinta a la del conde, este no tendría mas remedio que acatarla. El problema es que el marques no le quedaría mas remedio que aceptarla pero si no era de su agrado podría sentirse agraviado.
La orden tenia que venir del rey, o mas bien de la reina; pues al ser este bastante pusilánime no querría tener conflictos con sus nobles. Apelarían al buen juicio de la reina, aquella que mas que su marido llevaba con mano firme, el reino de León.
Aquel mismo día partió un mensajero hacia León llevando un correo a la reina. A los pocos días Cristine recibió un billete de esta. Decía que debían desear lo que fuera mejor para el reino y que tuvieran paciencia pues el asunto terminaría al gusto de todos. Al mismo tiempo el conde recibió otro billete pidiéndole que le enviase al caballero árabe, pues quería encomendarle algunos servicios relacionados con los nuevos reinos árabes. También le comunicó que tenia gran interés en conocer a las dos jóvenes fugitivas y conocer su aventura. Rogó que vinieran acompañadas de doña Cristine si su estado de gestación lo permitía.
El conde al saber que el caballero árabe todavía se alojaba en la mansión de Nuño. Mando un grupo de soldados para que acompañaran a Muley a la corte.
Unos días mas tarde Cristine y las dos muchachas eran recibidas por la reina leonesa acompañada de su fiel consejero y secretario don Rodrigo. La reina ya había cumplido los 30 años, pero seguía manteniendo aquella belleza que la hizo famosa desde que desembarcó hacia quince años en un puerto de la costa cantabra. De larga cabellera rubia, tez blanca y ojos claros. Amada en silencio por muchos de sus nobles, que darían su vida por ella si fuera necesario; y cantada por los juglares, que dieron a conocer su prudencia e inteligencia además de su belleza por todo el reino y en otros muchos estados de la península y Europa. Ella era la encargada de gobernar el reino sabiamente, ya que su marido se interesaba mas por la caza y los juegos de azar que de los asuntos de estado.
La reina escucho con interés el relato de la jóvenes hizo muchas preguntas y en su animo, cada vez mas, fue creciendo el interés de ayudar a Selena. Habló también con Cristine pues le tenia gran afecto y las hizo partir con la promesa de encontrar una solución satisfactoria para todos.
Una vez a solas con su consejero, la reina reflexionaba sobre lo que hacer para romper la promesa del conde sin herir la sensibilidad del marques. Don Rodrigo estimó que había que llevar al animo del rey a proponer un matrimonio ventajoso a Don Ruy Gelmirez. Si era este el que lo proponía, el conde no se podría negar. La reina había encontrado la solución y pidió parecer a don Rodrigo. Dentro de sus damas de compañía, estaba Doña Violante. Esta que era hija del preceptor del rey, había sido el amor de juventud del monarca pero la razón de estado impuso que ese noviazgo no llegara a termino. Mas tarde la joven dama fue prometida aun destacado prohombre del reino, pero unos meses antes de la boda, su prometido, cazando en las montañas de Asturias, tuvo la desgracia de interponerse entre una osa y su camada y fue despedazado horriblemente por el animal.
Doña Violante estaba a punto de cumplir el tiempo de alivio por lo que pronto podía ser prometida a otro noble y eran muchos los que mostraban interés por la dama.
La reina, a la que su altura de miras estaba por encima de las cosas, quería lo mejor para su dama de compañía y dentro de los posibles nobles candidatos, era don Ruy el mas indicado.
Con el matrimonio de Ruy Gelmirez y Violante ganaban todos. El marques emparentaba con uno de los linajes mas antiguos del reino y conseguía acrecentar sus dominios. Amen de que la reina dotaría magníficamente a su dama de honor.
Violante se casaba con uno de los nobles de mas prestigio del reino; prestigio ganado en las batallas que había participado con su rey. Además gozaba de las magnificas rentas que le proporcionaba las tierras de su marquesado.
El conde Jimeno, ante el deseo de los reyes de que don Ruy se casara con la dama que ellos proponían, quedaba exonerado de su compromiso con el marques.
Por ultimo la reina no solo no se oponía, si no que le agradaba muchísimo que Muley y Selena se casaran.
Tal que como se lo propuso la reina así sucedieron las cosas. Ruy aceptó encantado. Violante suspiro satisfecha pues sin duda era el mejor partido entre sus posibles pretendientes. El conde respiró aliviado pues no era su deseo contrariar a su mujer, a la que amaba mucho. Y que decir de Selena y Muley que por fin tenían el camino libre a su amor.
Llego el día en que Muley, que había prestado valiosos servicios a los reyes, fue armado caballero del reino. La ceremonia transcurría con la solemnidad propia del momento. Los reyes estaban sentados en dos sillones encima del estrado a ambos lados el arzobispo de León y don Rodrigo como notario mayor.
Con voz potente un heraldo llamo a Muley y en ese momento ocurrió algo que rompió la solemnidad del acto e hizo sonreír a todos los presentes. Una preciosa criatura de largos bucles rubios, salio de en medio de los presente y dirigiéndose hacia la reina, gritó
-¡mama! ¡mama!
La reina cogió a su hija que apenas tenia dos años y estrechándola contra su seno, la beso cariñosamente, después la entregó a su acalorada aya.
Muley se acerco al estrado arrodillándose ante él, a un gesto complaciente del rey, la reina se puso en pie. Su esbelta figura quedaba realzada por un hermoso vestido blanco con brocados de oro. Su larga melena rubia sobre los hombros y sobre su cabeza la esplendida corona de oro. Cogió la espada que sobre un cojín le ofrecía un paje y después de tomar juramento de fidelidad al árabe, golpeando con la hoja del arma sus hombros le nombró Caballero del Halcón de la Media Luna.
Después llamo a Selena, esta se puso de rodillas intentando besarle las manos, la reina cariñosamente le hizo levantar y la abrazó. Después juntando las manos de Selena y Muley anunció el compromiso de estos.
Pasaron algunos meses hasta que los enamorados pudieron emprender la marcha. Un hermoso día de Mayo se casaron Azucena y Nuño. Unos quince días antes, la condesa Cristine alumbró a un precioso niño que colmó de felicidad a sus padres.
A principios de Junio, Selena y Muley caminaban hacia Al-Alandalus. En Toledo se encontraron con Hanna, hacia unos meses que se había casado con Absalon. Salomón, su hija y su yerno les atendieron cariñosamente y no veían el día de dejarles partir. Salomón se había establecido en Toledo, pues en la ciudad se estaba desarrollando una de las juderías mas pujantes de España.
Fueron bajando hacia el sur y este......
Un día los dos subieron con sus caballos a la cima de un altozano, a sus pies se extendía un hermoso mar azul, la costa dorada estaba serpenteada de numerosos huertos verdes y justo a sus pies estaba una bulliciosa ciudad de numerosas casas blancas, en medio de ellas emergían los cuatro o cinco minaretes de sus mezquitas. Selena tenia inclinada la cabeza en el pecho de Muley, este apoyaba su brazo en el hombro de ella. Los dos pensaban que por fin estaban en la ciudad de la que habían tenido que huir. Ahora empezarían una nueva vida en ella, la ciudad que tanto desearon regresar. Por fin estaban en Málaga
Fin
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