Tu brazo alrededor de mi cuello.
Tu mano, que sube y baja por mi cuerpo, haciéndome vibrar.
Y yo sin embargo, ¿por qué nunca te digo que te quiero?.
¿Es mi actitud pusilánime de siempre?.
No. La razón es que un luthier nunca le pone un corazón a un Stradivarius.
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