Las doce campanadas de media noche resonaban fuertemente dentro de la habitación. Ésta, impoluta, ordenada, exceptuando un par de cuadros rotos y una botella de ron añejo derramado por el suelo, cuyo charco oscuro como el tizón a causa de la negra, vieja y carcomida madera, reflejaba la triste estampa de una mujer madura, de pelo castaño y rizado y con un gran flequillo que tapaban sus tristes ojos, de donde nacían dos grandes surcos de lagrimas que resbalaban por sus mejillas. Sus labios mojados por las lágrimas besaban los pies descalzos de su marido. Éste la contemplaba desde arriba con el semblante tibio y los ojos en blanco. De su cuello colgaba una cuerda sujeta a unas de las vigas que aguantaban la fuerte estructura del edificio.
BURG
que bueno!!! así, tan claro!
ResponderEliminarXilos, felicita a Burg de mi parte!!
Saludos y abrazos amigo!!!