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POEMA RECITADO VOZ DEL CORAZON - LETRA Y VOZ MARIA RIAL (ISSISORA)

POEMA RECITADO VOZ DEL CORAZON - LETRA Y VOZ MARIA RIAL (ISSISORA)

jueves, 3 de febrero de 2011

Más que rosas de Nacho Goval

 
El caballero Román paseaba por la sala de su palacio mientras  meditaba contrariado. La reunión con Gastón Tremoille, Philippe Bartoc y otros caballeros le atraía sobre manera pues iban a tratar varios asuntos. Uno de ellos era como dar un escarmiento a los cazadores furtivos que les quitaban la caza y que se escondían en los villorrios de la marca contigua. Hablarían también de  su asistencia a las justas que se iban a celebrar en París con motivo de la entronización del nuevo Rey de Francia y de alguna cosa mas que les ayudaría a no aburrirse de no hacer nada.
Sin embargo acudir a esta reunión significaba el no poder asistir  a las Justas de amor  que había organizado una de las hijas del banquero mas prospero de la ciudad. La doncella con otras amigas suyas  le habían invitado a esta velada donde se tocaba música, se leía poesía, se cantaba y bailaba. Las muchachas contaban con que acudiera un tocador de laúd. Estaría el trovador cuya fama rebasaba los limites de la región, llamado Guillén de Plaisir y por su puesto él, que se  tenía por el mas valiente y apuesto caballero en muchas leguas a la redonda. También asistirían algún que otro mozalbete, jóvenes burgueses, que quería iniciarse en esto del amor cortes y que a Román le parecían  personajes insignificantes.
Dudaba que hacer, las justas de amor le gustaban mucho, en ellas podía demostrar todo lo bueno que era como recitador de poesía y la apostura con  la que danzaba. Pero muchos de los caballeros con los que se iba a reunir, le criticaban que perdiera el tiempo en esta cosas y no a lo que deben hacer los hombres de su clase, que es dedicarse a la caza, los torneos, o hacer la guerra sin mirar si estaba justificada  o no.
Román tomó su decisión, haría que se pospusieran “las justas de amor” y acudiría a la reunión de los caballeros, él era fundamentalmente un hombre de guerra y le gustaba que las damas le admirasen sobre todo por su bizarría.
Estaba seguro que Beatriz y sus amigas no las importarían  hacer la reunión uno o dos días mas tarde, pues el tocador de laúd estaba al servicio del banquero y el trovador bien esperaría, sabiendo la bolsa de monedas que se podría llevar, y por supuesto el resto de los hombres no contaban mucho, pues él sería sin duda la atracción de la reunión y los demás tendrían que acomodarse a sus deseos.
Salio a la calle para dirigirse al encuentro de la joven. Era día de mercado y la calle principal de la villa estaba abarrotada de gente. No había andado mucho cuando vio a las doncellas que estaban parada en uno de los tenderetes donde se vendían flores. La hija del banquero le vio y se dirigió hacia él con una de sus primas mientras el resto del grupo siguió tratando con el comerciante. Las saludo cortésmente y las dirigió barias galanterías, después las comento que motivos justificados le impedían acudir a la reunión y que lo mejor seria dejarlo para unos días mas tardes. Al punto, la desilusión se reflejo en el rostro de las jóvenes. Él les dirigió unas frases mas, después se despidieron y se reunieron con el resto de las jóvenes. Charlaban entre ellas mirándole de vez en cuando, el caballero se sentía contrariado, no parecía haberlas afectado mucho y sus miradas no eran precisamente muy amistosas. Se retiraron del puesto donde estaban y en ese momento la hija del banquero dijo lo suficientemente alto para que la oyera y no exenta de entusiasmo que pensaba mantener la reunión y que contarían con la presencia Francois Duplesy un joven y apuesto caballero, su prima al oírlo palmoteo alborozada. Román cuando escuchó esto se sintió sorprendido y los comentarios lo suficientemente altos del todo el grupo lo dejaron anonadado, no salía de su estupor, pretendían hacer las justas sin él y además invitaban a ese petimetre de cara y andares  afeminados. Un extraño calor invadía su cuerpo, el labio inferior le temblaba, la ira no le dejaba controlarse y ya  sin poder aguantar mas las espetó
 < Sois unas asquerosas >
 La frase salio de su boca, chirriante, como aristas que cortan el aire y fuesen a golpear a todos los que estaban alrededor.
El semblante de las dos muchachas cambio de repente y la expresión de sus rostros fue de una profunda tristeza. El resto de sus compañeras profirieron un grito patético. Toda la gente que estaba alrededor, se había quedado como petrificada. Él miraba a todo el mundo con gesto vencedor y altanero, ya se habían dado cuenta esas insolentes quien era Roman Farret y ahí tenían su merecido. Pero el semblante le empezó a cambiar cuando vio las miradas de desaprobación de los que estaban alrededor. Al principio no le dio importancia y se dirigió hacia donde estaban el resto de los caballeros. Mientras caminaba hacia allí, se dio cuenta de que, con la gente que se iba encontrando, todos le apartaban las miradas y cuando estaba llegando a su destino, se cruzo con Blanche y su prima Marie. Estas eran dos muchachas bastante atractivas con las que apenas había cambiado palabras alguna vez,  pero que  no le habían pasados desapercibas sus miradas aprobatorias y cómplices cuando se cruzaba con ellas. Esta vez pensó que era el momento de desarrollar sus habilidades de cortejador, se puso delante de ellas y cuando iba a comenzar a hablar, las jóvenes le esquivaron y siguieron andando sin mirarle. No salía de su asombro ¿que le estaba pasando a todo el mundo?, pero no acabo allí su sorpresa, cuando llego donde estaban sus amigos, estos apenas cambiaron unas palabras con él y le dejaron solo, arguyendo que tenían asuntos que resolver que no admitían demora. Ya en su casa, las lagrimas de doña Leonor su madre y el gesto adusto de su padre acabaron por dejarle totalmente hundido.
Desde aquel día nada fue lo mismo, todos le empezaron a esquivarle , se sentía observado y señalado por todo el mundo, ya no le invitaban a las cacerías y a las francachelas. Terrible era cuando se encontraba con las muchachas, el semblante de estas no era de odio o de desprecio, sino de una tristeza infinita y apática.. Le hubiese gustado que le dijeran algo, pero se cruzaban con él sin  abrir la boca.
 Las noches eran todavía peor, tenia horribles pesadillas. Estas estaban llenas de formas que parecían figuras femeninas sin rasgos definidos y que cuando se aproximaba ellas se transformaban en seres de una  fealdad horrible que se abalanzaban hacia él como si fueran a devorarle y Ferran se despertaba sobresaltado y sudoroso en medio de la noche.
Poco a poco fue abandonándose y adquiriendo un aspecto desaliñado, la barba estaba mal cuidada, el pelo le caía lacio y grasiento sobre los hombros de su jubón, este y la camisa estaban llenas de manchas pues dejó de utilizar el trinchante y el tenedor, cuando siempre se había jactado de ser el único de los  caballeros que los utilizaba para comer. Sus botas muy sucias ya no conocían la grasa de caballo.
 Empezó a tener un aspecto demacrado y cadavérico de no dormir y decidió visitar en el campo a una mujer que hacia practicas de hechicería para que le ayudara. Esta le dio una calabaza con un bebedizo para que se lo tomara todas las noches antes de acostarse y así poder conciliar el sueño.
Esa misma noche se lo tomó,  no tardo en irse a su cama al sentir los párpados pesados y al poco tiempo se quedó dormido.
Se encontraba como una especie de jardín indefinido y maravilloso, había figuras y esta vez  si parecían claramente mujeres, estaban lejos pero creía que eran todas muy hermosas y  le invitaban a aproximarse. Se acerco a ellas primero tímidamente y después con decisión y ya próximo a ellas otra vez se transformaron en aquellos rostros deformes y horribles que tanto le hacían padecer.
De pronto en medio de todos estos monstruos, pero lejana apareció una figura de mujer que le pareció bellísima y que corrió hacia él, sus cabellos largos eran de un color indescriptible, igual eran las vestiduras que llevaba y que flotaban en el viento mientras se acercaba, sus formas eran voluptuosas, marcadas por lo que parecía una especie de túnica que el empuje del aire ceñía al cuerpo  y el rostro sin poderlo definir creía que era de una hermosura sublime. Vio que levantaba los brazos como si fuera a abrazarle y él los levantó también. Quería fundirse con ella y ya apreciaba el aroma que despedía, era el compendio de todas las mejores fragancias que había en el mundo. El deslizamiento aquella figura creaba unas melodías maravillosas que iban en aumento. Todas las terminaciones sensoriales de su epidermis ya rozaban el cuerpo de ella y sintiendo que se iban a fundir los dos cuerpos, cerro los ojos abandonándose totalmente al placer que creía iba a experimentar y oyó como él mismo gritaba en el ultimo momento antes de unirse los dos.
 De pronto fue el silencio absoluto como de muerte y Román sintió un frío terrible. Lo que el caballero percibió pegado a su cuerpo era algo húmedo y viscoso, horriblemente desagradable. Su alarido fue espantoso y despertó  tendido en la cama llorando convulsivamente.
                                                  *****

 Román miraba la cara de aquel fraile, desdentado y con una protuberante nuez en la garganta que subía y bajaba a medida que hablaba.
  y habéis arrastrado a otras almas lejos del camino recto y debéis que pagar por ello. Vended todo, dad lo recaudado a la Iglesia para que lo administre entre los mas pobres, quemad vuestras ropas y enseres, vestid con un humilde sayal, echaros las cenizas de lo quemado sobre la cabeza y partid y no os lavéis hasta que os postréis arrepentido ante los pies de Nuestro Señor, para que así parezcáis el mas humilde de los mortales>
Quiso balbucir algo pero aquel fraile con aspecto de loco le detuvo y dándose la vuelta se marcho de donde estaba Román.
Aquella mañana Román dio instrucciones a su hombre de confianza para que organizase la venta de sus bienes. Después en el patio preparo una pira con alguno de sus enseres. Llevaba puesto un jubón y unas calzas que no podía tener mas manchas pues había abandonado sus buenas maneras y era donde se limpiaba sus manos. Cuando se enfriaron las cenizas de la pira se hecho parte de estas por encima y tomando una especie de báculo se puso en camino ya un tanto avanzado el día.
Iba andando por una de las callejas que desembocaban en la plaza donde estaba la casa del banquero. El sol del  atardecer la daba de lleno. Creyó ver que en la fachada delante de unos rosales que resplandecían con los rayos del sol, estaban las muchachas. Desvió la mirada pues su presencia le daba pavor. Mas algo instintivo le hizo volver a mirarlas y de pronto o bien por efecto del sol o por que empezaba a estar trastornado vio, que las figuras de estas destacaban sobre un fondo donde todo estaba difuminado. La luz del sol las bañaba. Las vio tan hermosas y además sus miradas eran tan dulces y se dirigían a él con su aspecto asqueroso como invitándole a acercarse, que los ojos se le empañaron y no pudo contenerse . De su garganta salio esta frase
< miradlas, son mas que rosas>
Y acelerando el paso siguió caminando hasta terminar de cruzar la plaza y tomar la calle que le llevaba al campo, fuera ya de la  villa.
Las muchachas en cuanto le vieron que había abandonado la plaza dejaron el lugar donde estaban y se fueron al centro de la misma. Se pusieron en corro cerca unas de las otras y apareció una pequeña sandia que se la lanzaban entre ellas. Beatriz dejo de prestar atención al juego y busco algo en su vestido justo cuando le lanzaban la sandia. Esta fue a caer en sus pies y al estrellarse contra el suelo la pulpa le mancho la parte baja de su vestido, mas no hizo caso y desplegó un pequeño pergamino. Sus compañeras le preguntaron que estaba haciendo y esta con mirada picara señalo un nombre escrito en el pergamino y dijo
< Vamos a hacer una nueva fiesta y veremos que tal danza el caballero Francois Duplesy>
Una algarabía de gritos y risas acompañaron las palabras de esta y juntándose las manos se pusieron a danzar en corro, cantando con toda la fuerza de sus pulmones.
Los cánticos se elevaban hacia lo alto, mientras el sol empezaba ocultarse y lejos ya, fuera del pueblo, la figura de Román se fue haciendo un  pequeño punto que se confundía con la línea del horizonte.                                             
                                                               

  Nacho Goval


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